“Quédate”
Entra, Señor,
entra en mi destartalada casa,
aunque esté muy adornada;
entra, toma posesión de ella,
y quédate, quédate siempre,
ilusionando mi camino,
con la puerta del corazón
siempre sensible y abierta,
soltando todo el lastre
que me retenga, que me cierre
en un mundo artificial
y muchas veces indiferente.
Entra y quédate
para que descubra mi libertad.